domingo, octubre 08, 2006

Viajar con niños a China. El viaje

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A primeros de año decidimos que este verano realizaríamos un viaje por China. Bueno la verdad es que yo estaba convencidísimo, y Marga, mi mujer no lo tenía del todo claro. Así que tuve que usar un batallón de argumentos: que si la gripe aviar ya estaba controlada, que si China era un país muy seguro, que era una ventaja viajar sin agencia porque iríamos a nuestro ritmo y si queríamos quedarnos algún día más en una ciudad podríamos hacerlo sin problemas…




Una vez “convencida” la primera entusiasta fue Marga.
Queríamos ir a China antes de que el cambio social y cultural que entra por todos los
poros de China, fuera tan grande que no reconociéramos nada de su esencia.

Por otro parte queríamos ir con nuestros tres hijos (13, 10 y 4 años) y como casi siempre viajando a nuestro aire, a nuestro ritmo casi siempre trepidante, pero con la ventaja importantísima de poder parar o cambiar el rumbo en un momento dado por cualquier circunstancia.





Así que nos pusimos manos a la obra, informándonos por Internet de todos los horarios y precios de vuelos internos en http://www.elong.net/, de trenes en http://www.travelchinaguide.com/, de barcos en www.yangtzecruises.cn/ , reservas de hoteles en http://www.sinohotel.com/, practicamos la pronunciación de palabras básicas en chino en http://www.travlang.com/, traducimos palabras del chino al español y viceversa en http://world.altavista.com/, Compramos la guía de conversación chino-español de Espasa Calpe que nos fue muy útil.
Buscamos como se escribía cada destino en chino en la enciclopedia Wikipedia 
http://es.wikipedia.org/wiki/Beijing. Conseguimos mapas de los destinos y fotocopias de los billetes (moneda) de China y Hong Kong en http://www.google.es/. Consultamos y acudimos a un centro de Vacunación Internacional http://www.msc.es/ , encargamos los visados de doble entrada (por salida y entrada Hong Kong)…
Analizamos las dificultades a encontrar. Buscamos la mejor manera de viajar hasta allí, 
 mejores fechas, itinerario, adaptación a la diferencia horaria.







Contratamos un seguro de viaje; este último es importantísimo ya que por un módico precio te cubren la hospitalización, medicación, traslados…Y en el hipotético caso de que surja algún imprevisto las tarifas por estas atenciones pueden ser astronómicas.
Teníamos que dejar muchas cosas atadas, siempre que se viaja con niños hay que hacerlo. Si uno va solo o con su pareja puede ir con menos planificación. Si un día uno se queda sin habitación (cosa improbable) y tiene que dormir en la calle ¿en verano?, o sin vuelo, no tiene demasiada importancia, y siempre hay alternativas, incluso se puede rebajar el nivel de los hospedajes. Pero con peques la cosa cambia y la planificación tiene que ser casi perfecta.



Dejando siempre una vía de escape o una segunda alternativa por si hay que cambiar los planes por tifones o similares.
Una de nuestras preocupaciones principales era atajar el jet lag. Hace tres años estuvimos en Ecuador y nos adaptamos al horario del país andino (con 7 horas menos creo recordar), acostándonos cada día un poco más tarde en los 10 días previos al viaje.
En esta ocasión al viajar al Este lo hicimos al revés.
Salíamos el 7 de Julio a las 4:30 de la tarde hora española, 11 horas de vuelo y nos plantaríamos allí a las 3:30 de la mañana hora española 10:30 de la mañana en Beijing (6 Horas más).




Así que 14 días antes del 7 de Julio empezamos a acostarnos 15 minutos antes cada día.


Día 23 de Junio 11 de noche (Hora de acostarse)
Día 24 Jun 10:45 h
Día 25 Jun 10:30 h
D 26 Jun 10:15 h
D 27 Jun 10 h
D 28 Jun 9:45 h
D 29 Jun 9:30 h
D 30 Jun 9:15 h
D 1 Jul 9 h
D 2 Jul 8:45 h
D 3 Jul 8:30 h
D 4 Jul 8:15 h
D 5 Jul 8 h
D 6 jul 8 h



Al final conseguimos acostarnos a las 8 de la noche en verano, con lo que esto conlleva de renuncias. Antes tuvimos que hablar con los niños para concienciarles de que las tardes de juegos y piscina en plenas vacaciones se irían acortando por unos días. Ellos entendieron la situación y no con cierta resignación acataron las circunstancias, incluso le pusieron un nombre de coña a este nuevo horario: “el horario chinesco”.
Estos horarios no siempre se cumplían a rajatabla, pero digamos que logramos acostarnos muy pronto. El “horario chinesco” tenía un componente de ayuda, que era el levantarse cada día más pronto. Allí estábamos los últimos días levantándonos a las 6 de la mañana, desayunábamos y nos íbamos a pasear, para que también fuera una adaptación dinámica. En cierta ocasión, y en los últimos días de la adaptación, nos encontramos por la calle y a esas horas de la mañana, a unos padres del colegio de nuestros hijos que venían de dejar al suyo que partía muy temprano en el autobús hacia un campamento. No sé qué pensarían al vernos en un parque y con los niños dando brincos en los columpios…





Bueno, el caso es que con esta adaptación conseguimos que el día 7 de Julio, en el avión y a las 8 o 9 de la noche los chavales se durmieran con más facilidad y una buena cantidad de horas. Todo esto en el caso de Hugo y Pablo se cumplió sin problemas, pero Miguel con 13 años era otro cantar y tardo más en dormirse ya que se pasó parte de la noche “repasándose” el menú de películas que proyectaba el DVD del avión.
Al llegar a Beijing a las 3:30 de la madrugada, Pablo y Hugo habían dormido de 6 a 7 horas. Para ellos despertarse a las 3:30 de la madrugada no sería un cambio tan brutal, ya que estaban acostumbrados a levantarse a las 6.







Al final conseguimos que el jet lag tuviera un desfase de 2:30 horas que siempre es mejor que 6.
Como ya he comentado, a las 3:30 de la mañana hora española eran las 10:30 de la mañana en Beijing y los niños llegaron con muy buena disposición y bastante enteros a la capital China, con lo que aguantaron muy bien su primer día, acusando muy poco la diferencia horaria.
Como teníamos tres días en Beijing, podríamos adaptarnos plenamente antes de empezar a movernos por el gigante asiático.


Bueno, el caso es que con esta adaptación conseguimos que el día 7 de Julio, en el avión y a las 8 o 9 de la noche los chavales se durmieran con más facilidad y una buena cantidad de horas. Todo esto en el caso de Hugo y Pablo se cumplió sin problemas, pero Miguel con 13 años era otro cantar y tardo más en dormirse ya que se pasó parte de la noche “repasándose” el menú de películas que proyectaba el DVD del avión.
Al llegar a Beijing a las 3:30 de la madrugada, Pablo y Hugo habían dormido de 6 a 7 horas. Para ellos despertarse a las 3:30 de la madrugada no sería un cambio tan brutal, ya que estaban acostumbrados a levantarse a las 6.
Al final conseguimos que el jeg lag tuviera un desfase de 2:30 horas que siempre es mejor que 6.
Como ya he comentado, a las 3:30 de la mañana hora española eran las 10:30 de la mañana en Beijing y los niños llegaron con muy buena disposición y bastante enteros a la capital China, con lo que aguantaron muy bien su primer día, acusando muy poco la diferencia horaria.

Como teníamos tres días en Beijing, podríamos adaptarnos plenamente antes de empezar a movernos por el gigante asiático.


sábado, octubre 07, 2006

Como conseguir los mejores asientos de avión


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Conseguir los mejores asientos de avión

A la hora de viajar en avión, sobre todo si se viaja con las apreturas de la clase turista que es lo que hacemos la mayoría, hay algunos asientos del avión que ofrecen ciertas ventajas y comodidades respecto a otros. Entre estos sitios destacan la primera fila de asientos de cada sala de butacas, suele ser aquella que nos separa de bissnes o de un compartimento a otro del avión y tienen el doble o triple de espacio para las piernas. La mayoría de los aviones tienen 4 asientos centrales y otros dos a cada lado de estos, en total 8.
El inconveniente es que casi siempre estos asientos dan a la salida de emergencia, por lo que los asientos laterales de esta primera fila no se otorgan a familias con niños, porque se suponen que están reservados para gente de gran movilidad y fortaleza media para no interrumpir el paso en caso de emergencia e incluso poder abrir estas pesadas puertas. Luego resulta que te encuentras a dos ancianos sentados en esos asientos ¿?
Si tenemos la suerte de que ese cambio de una sala a otra no tenga salida de emergencia, se pueden ocupar cualquiera de los 8 asientos incluidos los de las ventanas, pero lo normal es que estén en las salidas de emergencia. En ese caso solo podremos ocupar las cuatro centrales, en nuestro caso solemos solicitar tres asientos de la primera fila de las cuatro butacas centrales y dos de la segunda fila de las laterales que dan a una de las ventanas.
Una de las ventajas de esta primera fila es que una persona adulta y por supuesto un niño se puede tumbar perfectamente en el espacio que queda para los pies (que en esta primera fila es muchísimo), y si además tenemos un aislante de neopreno se puede llegar a dormir muy bien.
Otra opción si no conseguimos estas primeras filas es pedir unos asientos que tengan una butaca libre, normalmente cuando sacas la tarjeta de embarque, las operadoras saben perfectamente si hay una butaca vacía. Esto puede ser muy útil con niños, ya que si utilizamos nuestra butaca más la vacía, puede dormir un niño perfectamente. En nuestro caso esas dos butacas eran ocupadas por Hugo que dormía tumbado a pierna suelta. Al dormir Hugo en estas don butacas permitía que dejara libre el sitio de los pies de las mismas, eso posibilitaba que o Miguel o Pablo se tumbaran alternativamente en el suelo, ya que eran tres huecos de suelo libres (la de Hugo, la libre y la del propio Miguel). Como vemos en este caso una butaca libre es oro.

Pero, ¿como conseguir estos asientos de preferencia?

Casi todo el mundo saca la tarjeta de embarque el mismo día del vuelo, pero las compañías ofrecen la posibilidad de sacarlas 24 horas antes y algunas hasta 48 horas.
Esto requiere el esfuerzo y la disciplina de ir al aeropuerto un día o dos antes, pero la posibilidad de realizar un viaje largo con niños en las mejores condiciones merece el esfuerzo.
Cuando vamos a pedir los asientos ayuda muchísimo tener un plano del avión con todos los asientos y filas preferentes para ser más contundentes a la hora de pedir lo que queremos. Puede darse el caso que la operadora crea que un avión no tenga claro la ubicación de unas filas concretas, y que gracias a tu plano se oriente a la hora de darte esas filas.
En nuestro vuelo a China el avión era un airbús 330 industrie, la terminación interior del avión puede variar de unas compañías a otras, pero todos los aviones tienen esas primeras filas.

Hoy en día es mucho más frecuente sacar el billete electrónico, por lo que no hay un billete físico como tal, si no que es virtual. Uno se presenta en el aeropuerto da sus datos y ya está. Esto también permite sacar la tarjeta de embarque desde casa con toda la comodidad que esto implica.

viernes, octubre 06, 2006

Pekín - Beijing I (6/7/8-VII-06), 北京

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Pekín - Beijing I
El primer día en Beijing fue el de adaptación. Nada más llegar al aeropuerto nos salio un taxista ofreciéndonos el traslado hasta el hotel, regateamos y llegamos a un precio. Este sería el único día en que para un trayecto relativamente corto no esperaríamos nuestra fila correspondiente para coger un taxi oficial con su respectivo “Da biao” (puesta en marcha del contador). Esta segunda opción era mucho más barata., pero al ser el primer día y después de 11 horas de vuelo no nos pareció mala idea coger un servicio extra.
Después de dirigirnos al hotel y una vez instalados, salimos enseguida a la calle a explorar los alrededores. El calor era descomunal, aunque ya sabíamos que el verano Chino era sofocante.
Miguel Pablo y Hugo estaban alucinados de ver tanta gente montando en bici y aunque tambíen había muchos coches, ellos solo veían bicicletas y bicicarros.
Este primer día nos dimos un paseo hasta la plaza de Tiananmen y Ciudad Prohibida (que visitaríamos pasado mañana) para coger el aire a la ciudad. Por el camino pudimos comprobar la cantidad de gente que hay Beijing. 15 millones de habitantes es mucha población para una ciudad. Todo el mundo esta en la calle en china y a todas horas, en el suelo, andando, durmiendo, comiendo…
Nos acercamos hasta el puente de Mao y nos hicimos alguna foto y decidimos coger dos motocarros de vuelta al hotel.
Nos fuimos a comer a un restaurante normalito cercano al hotel, comimos todos por 6 euros. Sabíamos que comer en China era barato, pero no tanto. En este restaurante no tenían tenedores ni cuchillos, pero si cuchara china, de esas de mango corto. Con el pasar de los días cogimos una autentica habilidad manejando los palillos. De hecho no reclamábamos tenedores aunque los hubiera. En ningún sitio te ponen cubiertos porque casi nunca tienen. Los primeros días no era difícil ver salir de nuestra mesa algún trozo de carne, seta o lluvia de arroz con la consiguiente sorna de los chinitos de al lado, la verdad es que cogíamos los palillos como alicates. Nosotros veíamos que los chinos cogían los palillos por la parte de atrás, dejando mucha madera a la vista.
Con el tiempo empezamos a coger cierta destreza acercando el punto de agarre a la zona de pinzar la comida, como cuando alguien empieza a jugar al tenis y tiene el mango de la raqueta más corto para que su coordinación hacia el objeto móvil sea más fácil al estar la malla de la raqueta más cerca de la mano. Según pasaban los días nuestro agarre iría retrocediendo y nuestra pericia aumentando.
Después de comer nos fuimos al hotel a “descansar”, pues aunque los niños habían dormido bien en el avión, la paliza del viaje así lo aconsejaba. Un par de horas en el hotel con los padres tumbados mirando planos y los niños dándose almohadazos fue suficiente para emprender la marcha de nuevo.
Estuvimos dando una vuelta por unas callejas destartalas con puestos de todo tipo y luego nos fuimos a una zona moderna y comercial de Beijing, todo cerca del hotel, allí compramos un carrito de niño ya que cuando llegamos al aeropuerto estaban todas las maletas pero el carrito estaba missing. Este carrito nos serviría para llevar a Hugo en el momento en que se cansara. Ya no lo usaba hace años, pero en estos viajes son una bendición y puede ser la diferencia entre poder seguir adelante o no.
El primer día nos costo conciliar el sueño a Marga y a mi, de hecho tardamos bastante en dormirnos. Los niños sin embargo, como ya habíamos comprobado en otros viajes se adaptaron de una manera asombrosa a los cambios de horario, y allí estaban, durmiendo como troncos.
Al día siguiente nos levantamos relativamente pronto y en cuanto desayunamos abordamos nuestra primera aventura en China. Entablamos “conversación” con uno de los numerosos taxistas que suelen esperar a la salida de los hoteles y después de un regateo quedamos en 400 yuanes (40 euros). Por este dinero nos llevaría a ver la Gran Muralla China en la parte de Badaling (70 Km.) y la Tumbas de la dinastía Ming (50km.). La verdad es que era un buen precio porque esto significaba un coche a nuestro servicio durante prácticamente todo el día. El hombre no hablaba nada de ingles, pero con nuestro “libro de ruta” donde entre otras cosas figuraban los destinos escritos en chino y la ventaja de que los taxistas conocen nuestra numeración no había más que ponerse a regatear, casi siempre por escrito.
Según nos aproximamos a la Muralla el día se hizo más fresco y nublado, en parte debido a la zona montañosa. Cuando llegamos allí el taxista nos acompaño a la entrada, había dos posibilidades subir al teleférico a la parte alta de la muralla, situada en lo más alto de la montaña, o subir directamente desde abajo y por una fuerte pendiente por lo que no tendríamos las esplendidas vistas hasta llegar arriba. Al final optamos por el teleférico ya que nos subía a la zona más vistosa de la muralla y una vez allí podrías desplazarte por la misma lo que tú quisieras. Por otra parte los niños estaban entusiasmados con la idea de subir a la muralla a través del teleférico. Desde este se subía en paralelo a la muralla y la aproximación a la misma con unas vistas asombrosas era espectacular.
Una vez arriba nos dedicamos a recorrer los diferentes tramos de la muralla, algunos llanos y otros con pendientes descomunales, otras partes con torretas o construida encima de la misma roca.
Es verdad que la Gran Muralla es en lo que piensa la mayoría de la gente cuando le hablan de China, luego uno piensa que no será para tanto. Pero una vez allí es espectacular, a Marga y a mi se nos puso la piel de gallina de la impresión, y la verdad es que todos estábamos sobrecogidos en un primer momento por la enorme belleza y grandiosidad de la muralla.
Después de dos horas vagando por diferentes partes de la muralla, bajamos de nuevo en el teleférico. Una vez abajo trasteamos por las numerosas tiendas que hay y estuvimos a punto de comer en alguno de los restaurantes que había, pero el taxista nos insistió hasta un par de veces para que comiéramos cerca de nuestro segundo destino y así iríamos adelantando tiempo. Gran error puesto que alrededor de las tumbas no hay restaurantes sino unos seudo restaurantes donde los dueños salen a la carretera y hacen señales a los conductores para que entren a comer.
A uno de estos nos llevo el taxista y allí nos clavaron ya que la comida era carísima y a precio de oro y por su puesto sin carta. Al montar en el taxi le eche la bronca al taxista por llevarnos a un sitio tan caro y tan malo, y por su cara creo que se dio por enterado.
Moraleja: como casi todo el mundo hace las dos visitas (Muralla y Tumbas Ming) el mismo día, mejor comer en la muralla.
Después de comer nos fuimos a ver las Tumbas de las Dinastía Ming, menos espectaculares de lo esperado pero enclavadas en un lugar precioso.
Después de un día muy completo legamos al hotel al caer la tarde. Una vez duchados nos fuimos al Biangfang Kaoyadian, uno de los restaurantes con fama en el tradicional pato laqueado al estilo menlu acompañado de tortitas, cebolletas y salsa.
Las mesas son las típicas de muchos de los restaurantes chinos, grandes y redondas y en el centro a modo de círculo concéntrico un cristal circular de un metro de diámetro, que es donde se ponen las viandas y se puede girar para que todos los comensales tengan acceso a la comida.

Al día siguiente (9 de Julio) tomaríamos el tren Beijing-Pingyao a las 7:48 de la tarde. Por lo que antes de salir del hotel hicimos el Check out y dejamos el equipaje allí mismo, después fuimos a ver la Ciudad Prohibida.
Ciudad Prohibida
Llegamos alrededor de las 12 de la mañana, a esa hora hacía un calor monstruoso, ¿no he dicho que en china y en verano hace un calor mastodóntico? Bueno, el caso es que sacamos los billetes de entrada en uno de los patios de entrada que dan acceso a la Puerta del Mediodía. Desde allí entramos al gigantesco complejo de la Ciudad Prohibida propiamente dicho entre cientos de turistas chinos.
Nada más entrar te encuentras con otro patio o plaza gigantesca atravesada por cinco impresionantes puentes de mármol, al final de este patio se encuentra la Puerta de la Armonía Suprema.
Poco a poco y cargados de botellas de agua vamos viendo toda esta maravillosa ciudad: La sala de la Armonía Suprema, la de la Armonía Preservada y la de la Intermedia. La sala de la Gloria Literaria, Puerta de la Pureza Celestial, Palacio de la tranquilidad, exposiciones de bronces, cerámicas, arte, artesanía…
En fin el número de construcciones, salas, puertas y exposiciones es abrumador, y todo ello a cual más bello.
En un momento determinado Pablo, nuestro hijo mediano se queja del enésimo empujón que sufre de mano de “un chino”, al cabo de unos días nos dimos cuenta de que los habitantes de un país tan numeroso están habituados a un contacto físico mayor que en otros países, como no hay filas están acostumbrados al mogollón, al grupo prieto y “arrejuntao” cuando están en sitios con multitud de gente, y al grupo prieto delante de las taquillas, estaciones, restaurantes de comida rápida…Digamos que su espacio vital es un palmo más corto que el nuestro. Te cruzas con tres que vienen de frente en una acera, y aunque halla sitio de sobra, es posible que roces. Son muchos y no lo hacen con mala fe. Por otro lado su discreción es proporcional a su espacio vital. Entras en un mercado, y allí están mirándote por encima del hombro a ver que narices come y compra un “lowei” que es como llaman a los extranjeros en China. En cierta ocasión al coger una marca de leche concreta de una estantería una mujer de mediana edad que me estaba observando y llevaba un rato fisgándome, cambió su elección por la mía. La verdad es que yo había escogido esa marca por que venia en el envase el Campeón Olímpico de 110 metros vallas Xiang Liu y el Baloncestista de NBA Yao Ming. Me dije si tienen dinero par patrocinar a estos debe ser medianamente buena.

Bueno, vuelvo a la Ciudad Prohibida. Al final todo el eje de la visita discurre desde el Norte en la Puerta de la Paz Celestial o de Mao, llamada así porque en ella hay un gran retrato del Expresidente de la Republica Popular China, hasta la puerta Sur o Puerta del Valor Militar Divino. Todo el entramado termina en los extraordinarios Jardines Imperiales, con sus zonas de agua y arboladas que se agradecen después de la Chicharrera anterior.
Los niños disfrutaron bastante de la visita y atendieron con interés las explicaciones que les íbamos dando. Hugo, el peque, se quedo muy impresionado con la exposición de armas con sus arcos y armaduras Chinas. Disfrutó sobre todo corriendo y bajando rampas, escaleras, e intentando subirse alguno de los leones, tirando piedras en las vasijas de bronce gigantes y desmenuzando magdalenas en un estanque de carpas naranjas.

Cuando salimos de la Ciudad Prohibida nos fuimos a comer, no deberíamos perder demasiado tiempo ya que a las 7:48 salía nuestro tren a Pingyao. Los billetes de este tren los habíamos reservado y comprado por Internet desde España, ya que al llegar a Beijing tendríamos solo tres días para sacar los billetes y con tan poco tiempo es fácil quedarte sin ellos.
Cuando vinieron el día anterior a entregarnos los billetes al hotel como habíamos convenido, vimos que los billetes eran de litera dura. Nosotros rellenamos un cuestionario en el elegíamos la opción de escoger litera dura en el caso de que no hubiera blanda, así que en esta ocasión nos tuvimos que conformar con la primera.
De todas formas no habría nada que nos echara para atrás. Después de todo sería una aventura más.
En China hay trenes que solo tienen litera blanda o asientos, luego hay otros con los dos tipos de literas, asientos y sin asiento. El inconveniente de la litera dura no es la dureza del colchón, sino la poca intimidad que te deja el que todas las literas estén abiertas al pasillo del vagón en grupos de seis (como se ve en la fotografía).
Para dirigirnos a la estación cogimos un taxi, según nos aproximábamos vimos las gigantescas proporciones de la estación de trenes de Beijing, en una ciudad de 15 millones de habitantes, estas estaciones son como pequeñas ciudades.
Nada más entrar nos adentramos en un gran hall como dos campos de fútbol lleno de paneles luminosos escritos en chino, eso si los números de trenes venían también en nuestra numeración. Allí estaba el 2519 que hacia el trayecto Beijing- Hancheng en 17,30 horas, nosotros nos bajaríamos en Pingyao en 11 horas, ya que llegábamos a las 6:56 de la mañana.
Poco a poco fuimos avanzando por esta macro estación, una puerta grande a la izquierda con un cartel de nuestro numero de tren, indicaba que allí estaba la “sala” de espera para bajar al andén. Al entrar en esta sala gigantesca vimos que estaba dividida en dos partes, la izquierda con una “fila” de 10 metros de ancho y unos 80 de largo toda llena de chinos que era la nuestra, y otra “fila” igual a la derecha para otro tren.
Allí estábamos nosotros con las tres mochilas grandes, las tres pequeñas una maleta de ruedas, y el carro de Hugo. Por cierto no lo he dicho pero en China no se ven carros de niño, sencillamente porque van andando o porque van cogidos. En una ocasión que estaba lloviendo y le pusimos la capota de plástico transparente miraban al carro como si hubieran visto una nave espacial.
Bueno, sigo con mi relato, en aquella estación la pregunta que nos hacíamos era si tendríamos que meternos en ese amasijo de “fila” y apretujarnos hasta que pudiéramos entrar, o esperarnos hasta que hubiera pasado el último. Bueno nosotros estábamos dispuestos a lo primero.
Estábamos situados a un lado de la fila aproximadamente por la mitad, y en el otro lado teníamos la fila del otro tren, en ese momento estábamos en el centro de la sala y las dos filas con cientos de chinos miraban a nuestro grupo tan singular. Y no era una impresión subjetiva sino que miraban descaradamente, se daban la vuelta para hacerlo y ladeaban las cabezas par poder ver a través de los otros pasajeros, Pablo había cogido la manía de devolverles la mirada con el mismo o redoblado descaro con un leve adelanto de cabeza y estiramiento de cuello, esto bastaba para que algunos dejaran de mirarnos o para que se rieran abiertamente. Tampoco nos importaba demasiado.
En un momento dado le dije a Marga que me iba a hablar con la pareja vestida de uniforme encargada de abrir las puertas de bajada a los andenes, a ver si así nos dejaban bajar antes. Los niños se morían de vergüenza. ¿pero como vas a hacer eso?, se van a enfadar todos los chinos. Después de explicarles a los “revisores” lo que pretendía sin mucho éxito, llame a Marga y los niños para que se acercaran a mi y su presencia hiciera presión. En cuanto vieron a los tres niños no dudaron en dejarnos pasar. En un momento nos abrieron la puerta lateral y nos indicaron las escaleras de bajada al andén.
Como veríamos a lo largo de nuestro viaje en algunos aeropuertos, en realidad muy pocos, dejaban embarcar primero a las familias con niños, gente impedida o muy mayor, como es costumbre en muchos países para eliminar algunos minutos de espera, facilitar la entrada a la gente con menos movilidad y evitar aglomeraciones peligrosas.
En las estaciones de tren esto no estaba contemplado. Pero nuestra intención era facilitar las cosas a nuestros peques, sobre todo cuando lo que tienes delante es de todo menos una fila ordenada.

Al llegar a nuestro vagón, vimos que en nuestro compartimento de seis literas sin puerta nos habían correspondido las cuatro de arriba. En los compartimentos de al lado se habían instalado familias de chinos, todos muy simpáticos con los que pronto entablamos “conversación”; un poco más allá vimos una pareja de chicas holandesas.
Al poco rato llegaron los que serían los inquilinos de las literas de abajo, dos chinos de mediana edad que venían con un tercero que tenía cama en otro compartimento, pero que se sentaba con estos en las literas de abajo antes de dormir.
Allí Hugo bromeaba con todo el mundo y todo el mundo con el, iba escalando todas las literas que podía y se escondía en las más altas ante las risas de todo el vagón. Mientras nuestros tres “huéspedes nos hacían preguntas y nosotros a ellos a través de la guía chino –español.
Las literas duras no tenían incluida la cena, pero de vez en cuando pasa una revisora con un carrito de espagueti, fruta y bebida. Nosotros habíamos cenado ya. Además teníamos provisiones de frutas, frutos secos y galletas para reponer fuerzas.
A las 10 de la noche prácticamente todo el mundo estaba dormido o en silencio, se apaga la luz general y la música de ambiente y la gente se relaja. Pero nuestros huéspedes comían, espaguetis, más espaguetis, pepinillos que cortaban en rodajas y se lo comían tal cual, una cerveza, otra, otra más (de esas de 800 mililitros). Poco a poco se fueron animando y lo cigarros caían uno detrás de otro. Ya habíamos comprobado como los chinos fuman en todos los sitios, ascensores, autobuses, restaurantes…
“Vaya mala suerte, un vagón lleno de gente normal y nos han tocado los más ruidosos y contaminantes”. Antes de partir había intentado sin éxito cambiar los billetes de litera dura a litera blanda (cuatro camas en compartimento cerrado), algo que se puede hacer pagando la diferencia de precio, pero no quedaban plazas libres.
Después de aguantar un poco más a nuestros ruidosos vecinos y ante la queja de Pablo de que le picaban los ojos, me baje de la litera y abrí de un golpe seco las dos ventanas que había a cada lado del tren. A esas horas y a la velocidad del tren, junto con el aire acondicionado el frío se apoderó de todos. Los “huéspedes enseguida captaron el “mensaje”, me miraron e inmediatamente apagaron los cigarros y dejaron la conversación, haciendo gestos con las manos indicando que dejaban sus asuntos.
Los chinos me han demostrado más de una vez que son gente amable y comprensiva. Hay que pensar que hace dos días, como aquel que dice, en España fumábamos en todos los lados, aulas, ascensores, andenes de metro, trenes, aviones y autobuses con zona de fumador… Ellos de momento van a otro ritmo y no pretendemos cambiar sus costumbres ni somos quien para ello, pero se agradece el gesto de tolerancia aunque sea bajo presión atmosférica ventanil.

jueves, octubre 05, 2006

Pingyao, ¡Oh Pingyao! (9-VII-06) 平遥

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Pingyao 平遥
El tren Beijing-Hancheng con parada en Pingyao a las 6:30 de la mañana acababa de llegar a nuestro destino. Lo primero que hicimos nada más bajarnos, fue dirigirnos a la taquilla de la estación a comprar los billetes Pingyao-Xian para esa misma noche en litera blanda. Teníamos pensado pasar un solo día en Pingyao, sería el único destino donde estaríamos tan poco tiempo. Nuestra media era de 3 días por ciudad o pueblo y por otra parte habíamos leído en algunos foros que Pingyao se veía en un día.
Al llegar a la taquilla y pedir los billetes en litera, la taquillera nos repetía como un autómata “no bed”. Ya sabíamos que en el tren que hacía el recorrido Taiyuan-Quinjian con parada en Pingyao a las 19:41 y nueva parada en Xian a las 6:30 no tendríamos posibilidad de adquirir litera en una estación de paso como Pingyao, ya que solo se puede comprar en la de origen(Taiyuan), de todas formas lo intentamos. La otra posibilidad era comprar los billetes en los hoteles, donde curiosamente si se podía.
Según nos alejábamos de las taquillas una voz femenina nos llamo: do you want ticket of train? Esta mujer era la propietaria de un pequeño hostal ubicado en la zona antigua de Pingyao y nos ofrecía literas blandas, por supuesto a un precio superior. Después de un regateo llegamos a un acuerdo tras el cual nos ofreció hospedaje. Nos montamos en dos motocarros y llegamos a su hostal donde aprovechamos para desayunar y dejar las maletas. En principio habíamos pensado coger alguna habitación para descansar unas horas, pero viendo que estábamos descansados, con ánimos y con ganas de ver lo que nos ofrecía Pingyao, nos lanzamos a explorar la parte antigua.

Ya cuando cruzamos con los motocarros la muralla de la época de la dinastía Ming y de 6 Km. de longitud, nos dimos cuenta de la belleza extraordinaria de esta población.
Es una ciudad típica de la Etnia Han de 2700 años de antigüedad en perfecto estado de conservación, cuya planificación urbanística compuesta de 4 avenidas 8 calles y 72 callejones y la Torre de la Campana en el centro, unido a su estilo arquitectónico convierten a Pingyao en un ejemplo singular de la China Imperial.
Durante las dinastías Ming y Quina fue una prospera ciudad mercante y cuna del comercio en China. Pingyao fue declarada en 1997 Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Dejamos el hostal y nos lanzamos por Nan Dajie, la calle principal dentro de la zona amurallada. A esas horas (7:30 de la mañana) chispeaba ligeramente y resulto una experiencia extraordinaria recorrer sus calles desiertas, solo “salpicadas” por algún carretero y poco más. Las construcciones de casas bajas con un estilo único, permitian asomándose con discreción, ver unos patios preciosos con gente haciendo sus tareas caseras. Hay que recordar que a unos kilómetros de Pingyao se encuentra la casa con patio de la familia Qiao con 6 patios y más de 330 habitaciones , donde se rodó la película “La linterna Roja”.
Poco a poco fueron apareciendo lo habitantes ante las puertas de las casas, niños jugando, mujeres…
Después de una buena vuelta por los callejones secundarios volvimos a Nan Dajie, y lo que antes era una calle desierta y mojada por la lluvia con un brillo que la hacía aun más hermosa, se estaba convirtiendo en una calle bulliciosa y rebosante de vida. Las tiendas de antigüedades en Pingyao empezaban abrir junto a pequeños restaurantes, templos…
En mi opinión lo mejor que se puede hacer en Pingyao es callejear, ver gente, observar sus costumbres, hablar y reír con ellos, seguir callejeando, ver como desayunan y comen sentados en el escalón de la puerta, como secan sus mazorcas de maíz al sol en las puertas de su casa, como juegan a las cartas ellos y ellas al atardecer, como circulan en bici los mayores y los pequeños, como van a hacer recados los niños a primera hora de la mañana, como pasean los abuelos, como compra la gente en las tiendecitas de comestibles, como hacen sus bollos de pan, sus tortas de arroz y harina, como los sacan de sus “hornos” de barro, como los mantienen calientes con un sistema de de sucesivas cestas hechas de trenzados de hojas…
En fin una ciudad para los sentidos, con otro ritmo, para saborear cada segundo, para beberla en pequeños tragos, su arquitectura espectacular y sencilla a la vez, sus farolillos rojos en todas partes, los hombrecillos con su mulilla en las calles periféricas.
Cuanto aprendieron los niños y cuanto preguntaron de todo lo que veían. Mucha gente se paraba e intentaba hablar con nosotros, y más o menos entre señas y la guía de conversación conseguíamos entendernos algo.
Después de unas dos horas callejeando decidimos homenajearnos con un buen almuerzo y nos metimos en un pequeño restaurante con carteles en diversos idiomas que hace esquina al final de Nan Dajie. Allí nos comimos unas suculentas tostadas con huevos fritos, zumo y un café en condiciones. El aspecto del restaurante con vigas de madera por dentro al estilo rustico, invitaba a entrar y permanecer en el un buen rato.
Mientras Marga y yo saboreábamos el café, los “peques” trasteaban entre las mesas, ya que en ese momento éramos los únicos clientes. En un momento dado, y ante algo que escuchó en la calle, Pablo grito : ¡Ay va españoles!, salimos a la puerta porque solo habíamos visto una pareja de españolas en la Ciudad Prohibida y desde entonces ninguno más. “Casi” dijo una voz femenina desde fuera, una mujer de nuestra edad (unos 40 años) apareció ante nosotros acompañada de otros dos amigos. El “casi españoles” venía a cuenta porque eran de Cataluña, yo ante tal declaración de intenciones le dije lo primero que se me vino a la cabeza, que nosotros nos sentíamos de todos los sitios incluidos los países que habíamos visitado y nos faltaban por visitar
Luego Pablo me pregunto que habían querido decir con eso del casi y tuve que explicárselo más tarde como pude.
Al fin y al cabo solo la casualidad hace que uno nazca en una aldea Africana o en New York. Tampoco me molesta que la gente tenga mucha afinidad por el terruño y lo reivindique como símbolo de identidad o diferenciación. Luego le aclaré a Miguel y a Pablo que una cosa que se aprendía en los viajes es a amar a todos los pueblos, a no ver diferencias donde no las hay, a comprender sus puntos de vista, a desprenderse de lo que “traemos y llevamos” a la espalda y entender sus posturas. Es posible que si yo hubiera nacido en otra región de España sería más propenso a pensar en mi diferenciación con respecto a otras o incluso con respecto al país entero, ya que la estadística así lo señala y no siempre es fácil salirse de los caminos trillados.
Estos tres amigos estuvieron un buen rato hablando con nosotros y cambiando impresiones y resultaron ser muy simpáticos y amables. Dos horas más tarde nos los encontraríamos y se empeñaron en regatear para Marga una camisa China, nos dieron primero unas lecciones teóricas que nosotros aceptamos con cortesía. “Hay que ofrecer la cuarta parte de lo que te piden”, y luego nos hicieron la demostración práctica comprando la blusa para nosotros con regateo incluido. ¡Qué majos!

Después del almuerzo decidimos ir al Templo Taoísta de Shuanglin a 7 Km. de Pingyao, con estatuas de las dinastías Song, Yuan, Ming y Ping. Cuando llegamos allí en motocarros nos sorprendió gratamente la variedad de figuras que había a cual más espectacular, que unido a la soledad del Templo, prácticamente vacío, le daba una atmósfera aun más mística.
Cuando acabamos de ver este templo imprescindible si se pasa por esta ciudad, volvimos a Pingyao a comer en el restaurante del almuerzo, esta vez dispuestos a saborear los mejores platos que ofrecía a la tierra. Nos pusieron música española y aprovechamos para mandar algún correo en un ordenador que había en la sala.

Volvimos al hostal donde teníamos las maletas por si Hugo quería dormir. Allí nos ofrecieron una cama gratis por si querían dormir los niños, pero estos no estaban por la labor, así que estuvimos allí un buen rato tomando te con un licenciado en historia americano, un Danés que hablaba algo de español porque había trabajado un año en cuba y una germana rapada y tatuada hasta la medula.
Estos turistas llevaban varios días en este hostal y se habían contagiado del Tempo y la tranquilidad de Pingyao. Allí estaban viendo “El tercer Hombre” basada en la Novela de Graham Greene y protagonizada entre otros por el fabuloso Orson Welles.
Era una escena curiosa, en un salón pequeñito del hostal, de unos 15 metros cuadrados, estábamos una pareja de españoles con tres niños viendo el Tercer hombre y tomando te con los personajes antes citados, más la jefa del hostal, su marido y una hija de unos 14 años.
Este descansito nos animo a callejear una vez más y empaparnos de nuevo de las calles y gentes de Pingyao. Unos metros más allá, un grupo de unas 10 mujeres bailaba y ensayaba una coreografía que Hugo se empeñaba en imitar pero con más adorno, después de esta se quedo frito en el carro durante una hora y media.

A las 7:41 de la tarde tomaríamos el tren Pingyao- Xian, procedente de Taiyuan y con final de recorrido en Qinjian, llegaríamos a Xian a las 6:30 de la mañana.
Pasamos nuestras últimas horas comprando comida y bebida para el viaje, poniendo nuestros nombres en chino y español en un grano de arroz encapsulado en metacrilato o similar y que hacía las veces de colgante.
A las 7 estábamos en el andén junto a unos cuantos turistas chinos y otros extranjeros.
El tren ya venía casi lleno desde Taiyuan. Cuando subimos al mismo entramos en nuestro vagón y compartimento privado con cuatro camas y una puerta.
En cuanto entraron los niños empezaron a subir y bajar por las literas mientras Marga y Yo colocábamos las cosas y poníamos un chubasquero prendido con bolis en la rejilla de aire acondicionado que salía del techo con una fuerza descomunal y no se podía regular.
Esta noche comeríamos los espaguetis al curri chinos que traía el revisor regados con una Sintao. Atrás quedaba la que sin duda fue la ciudad que más huella nos dejó y más nos emocionó de toda China. Hubo otros pueblos y otros paisajes pero no calaron tan hondo como Pingyao.